Greatest Hits 2013

Lo bacán de lo bacán sin orden alguno (Año Anterior)























Películas

No vi tanto, pero de lo bueno poco.

Moonrise Kingdom (2012)
Children Of Men (2006)
Persepolis (2007)
Evil Dead (2013)
Silver Linings Playbooks (2012) 

Libros

Todos odian a Vargas Llosa pero fue una lectura agradable en verano.Murakami no falla, además leí la mejor autobiografía del mundo.

Mark Everett - Cosas Que Los Nietos Deberian Saber
Diego Zuñiga - Camanchaca
Alejandro Zambra - La Vida Privada De Los Arboles
José Saramago - Ensayo sobre La Ceguera
Haruki Murakami - Kafka En La Orilla
Mario Vargas Llosa - La Ciudad y Los Perros

Cómic

Segundo año de iniciación en cómic y varios descubrimientos bacanes de Brian K.Vaughan y Neil Gaiman.

Sandman (1-2) - Neil Gaiman
Saga (1-3) - Brian K. Vaughan
Invencible - Robert Kirkman
Asterios Polyp - David Mazzucchelli
The Unwritten (1-7)- Mike Carey
Y: The Last Man - Brian K. Vaughan
Locke & Key (1-2) - Joe Hill/Gabriel Rodriguez
Batman: Victoria Oscura - Jeph Loeb
Batman: El largo Hallowen - Jeph Loeb
Superman: Hijo Rojo - Mark Millar
Kick Ass - Mark Millar
Persepolis - Marjane Satrapi

Series

2013 el año de Breaking Bad y Mad Men. Además con los chiquillos nos vimos durante todo el año los 600 capítulos de One Piece.

Breaking Bad
Mad Men (Temporada 1 a la 5)
Hunter X Hunter (61 al 110)
One Piece (1-625)

Discos

Foxygen - We Are The 21st Century Ambassadors Of Peace & Magic!
Beach House - Bloom (2012)
Corderolobo - Desastres Naturales y Mañana Por La Mañana
Mantarraya - Costa Esqueleto
Grizzly Bear - Shields (2012)
QOTSA - …Like ClockWork
The National - Trouble Will Find Me
Arctic Monkeys - AM
The Kinks - Village Green Preservation Society (1968)
Farmacos - Los Días Más Largos


Hechos Pulentos

Vacaciones Conti/Lota
Blur en el Nacional
Lollapalooza 2013
Beach House en la Cupula

Blur - Modern Life Is Rubbish (1993)


“The Great Escape” y, en mayor medida, “Parklife” significaron para Blur un salto cualitativo y cuantitativo en cuanto a su base de fans y relación con la critica. Una especie de aterrizaje forzoso -pero esperado- en los grandes escenarios del mundo y sobre todo de su natal Reino Unido. De dulce y agraz vivieron por esa época, siendo las mediáticas peleas con los hermanos Gallagher algunos de estos efectos colaterales que vinieron de mano de la fama, junto con el reconocimiento.

Esta explosión es la que opaca a “Modern Life Is Rubbish” el trabajo que antecede a esos dos monstruos del Britpop y que es, en definitiva, de donde se desprenden los conceptos germinales que los de Colchester sembrarían años más tarde: el anglocentrismo, la vida burguesa y las banalidades propias de la juventud británica noventera.

Desde la placa del 93' es de donde ya se podían encontrar en plena forma la lírica ingeniosa y cínica - a partes iguales- de Damon Albarn. Así como Graham Coxon ya daba indicios de su habilidad para dar rienda suelta a su guitarra de la forma mas elegante posible, Alex James con su bajo tampoco se quedaba atrás, facturando algunas líneas rítmicas significativas, que mas tarde desembocarían en aportes de la talla de 'Girls & Boys', donde el bajo entrega una performance fundamental. Dave Rowntree, en lo suyo, equiparando con lo que podía en las baquetas y consiguiendo fortificar canciones lo más posible con su contribución.

Por su parte el precedente de “MLIR” tampoco es que fuese muy alentador. Estafados por su anterior manager, embarcados en una gira por USA que no fue más que una seguidilla de eventos desastrosos y desafortunados, y, claro, con un disco debut no tan contundente (“Leisure”), la necesidad de dar en el clavo era palpable. Quizás eso fue lo que dotó de tan buenas características el terminado final de un disco que originalmente se titularía “Blur Vs America” y que sin tener que recurrir a lo burdo de aquel título consiguió expresar lo mismo, pero de una forma más refinada; con música.

'For tomorrow', 'Sunday Sunday', 'Chemical World' o 'Advert', todas canciones de un olfato pop inquebrantable, gozan de una accesibilidad temible así como de un trasfondo que no hace si no hacerlas crecer. Las letras y la misma sonoridad que da Albarn a su pronunciación es la que empuja un poco más allá a temas de este tipo, sobrepasando un poco ese espíritu idiosincrático inicial y llevándolas por un sendero de refinación.

'Blue Jeans' también convoca atención con una estructura que no escatima en melancolía y ya ni hablar de 'Star Shaped' con su itinerante fade out o del monumental bajo de James en 'Colin Zeal'. Canciones de estructura impecable por doquier parece la premisa de “MLIR”.

Cabe destacar también que la instauración del sonido del que se harían acreedores y -prácticamente- embajadores en los años posteriores no hubiese sido en absoluto posible sin la existencia del elepé del 93', ya que acá es donde se daba el primer paso en cuanto a la trilogía basada en la tradición inglesa por parte de Blur. Y sin sonar condescendientes, no tiene nada que envidiarle a sus hermanos menores, aun cuando la banda parece haberse olvidado de muchas de sus piezas, es una placa que necesariamente debe ser revisitada, porque aunque hayan transcurrido veinte años, la vida moderna sigue pareciendo...bueno, ya saben.

Arcade Fire - Reflektor (2013)



La conceptualidad artística de "Reflektor", el nuevo disco de Arcade Fire, gira en torno al mito de Orfeo. Desde la portada hasta los videos de la película de Marcel Camus (Orfeu Negro, 1959) desprenden las referencias que servirán de trasfondo a las nuevas canciones.

Un mito que habla de un músico que pierde a su amada y va en su búsqueda hasta las mismas fauces del infierno. Su música consigue abrirle paso y casi asegurarle el rescate de su compañera. Sin embargo, ya en el final la misión fracasa. Orfeo gira su cabeza para mirar a Eurídice antes de salir del Hades y con ello, viola la única regla que el mismo señor del inframundo le impone para llevarse a su compañera: no mirar atrás. El músico es derrotado. Su inseguridad le derrota. Ese imperceptible temor del protagonista a que Eurídice no siga ahí es el que finalmente la desvanece.

Algo así ocurre acá, pero no se habla en términos de derrota. Digamos que Arcade Fire nos presenta una cuarta obra memorable; sin embargo, la pretensión les juega en contra en lo que sería el único bache de la placa: esa inquietud de ir un paso más allá, de estar seguros que posicionarán el LP como el disco que los lleve más lejos. La necesidad de ver que Eurídice sigue atrás. Si hubiera tan sólo un poco menos de todo, un poco menos de interludios, estaríamos hablando de la obra definitiva de los canadienses. De todas maneras, Arcade Fire, no sabe de lugares seguros. La estática no es tema.

"Reflektor" es un disco doble muy variado. Tanto así, que quizás esa pluralidad sónica y conceptual le haga perder fuerza tomando en cuenta que tuvieron que transcurrir tres años desde "The Suburbs" (2010) para poder estar frente a nuevo material de los de Montreal. El resultado es un elepé que se va abriendo en muchos frentes, tomando influencia de las más diversas vertientes. Desde el punk, pasando por sonidos latinos,hasta llegar a la influencia deLCD Soundsystem de la mano del mismísimo James Murphy. La tonalidad del álbum no se amarra a ninguna de las variantes que propone. Haciendo un amplio repaso estilístico busca volverse una mezcla rica en matiz, pero cuando se centra en ello es que pierde la profundidad, debido a la necesidad de abarcar.

Es así como nos encontramos con la influencia bailable del tema homónimo, donde la colaboración de David Bowiemarca pauta y refleja la inquietud artística que tiene el grupo en este momento. 'Reflektor' es la continuación idónea de donde quedamos hace tres años con 'Sprawl II'. La neónica 'We Exist' sólo acrecienta esta sensación con un bajo tremendo y mucho dominio cadencioso.

'Here Comes The Night Time' representa lo mas arriesgado de la colección, con una fuerte carga latina en su estructura. Win Butler es el encargado de recoger las raíces haitianas de Régine Chassagne y nutrir al disco de ellas, entregando una pieza alejada de todo el material previo y sentando una fuerte base rítmica que en su ejecución resulta percusivamente inquietante y pegajosa.

La ausencia de lo barroco encuentra su nicho en las sencillas pero épicas 'Normal Person''You Already Know' y'Joan Of Arc'. Representando tres maneras distintas de reinventarse de una canción a otra sin forzarse en demasía.

Y ni hablar de lo accesible de canciones como ‘Afterlife’, lo sintético de ‘Porno’ y ‘Supersymmetry’ que suenan, tal vez, a lo más frío compuesto por el grupo a la fecha.

El álbum en sí posee muchos contrastes que se ven aminorados por los extensos interludios y fade-outs que mantienen la distancia entre una canción y otra, dando lugar a no tan pequeños hiatos en los que se da espacio al escucha para que respire y pueda continuar con la propuesta siguiente. A veces, claro, estos intermedios se acrecientan un poco y ello estira el metraje en exceso. Lo interesante es que, con exuberancia y todo, "Reflektor" es el más firme candidato a transformarse en el disco del año, haciéndole el peso al repertorio de la banda y posicionándolos en una nueva lid sónica. Los reflejos de Arcade Fire parecen no conocer de límites.

Niño Cohete - Aves De Chile (2013)



Es difícil separar a Niño Cohete del imaginario que han creado con su música. Ese que nos muestra un sur idílico de bosques húmedos, omnipresencia natural o monstruos extraídos de fábulas infantiles. Todo eso es lo que su placa debut condensa, pero a la vez los lleva hasta sus propias fronteras y profundiza en el universo que habitan.


Desde su producción hasta su grabación, lo de “Aves De Chile” obedece a una lógica muy coherente. La elección de Fernando Milagros como productor es un acierto en todo el rigor de la palabra, ya que este parece entender a cabalidad lo que la música de la banda penquista busca provocar. Y es ello lo que acentúa, no escatimando en detalles a la hora de indagar más hondo en las raíces de una propuesta que si tenía un punto débil era la unidimensionalidad de su EP del 2012, pero que se ha visto profundizada en este lanzamiento.

La grabación en el Lago Lanalhue aparece, también, como otra acertada decisión que se extrapola en el terminado final; ya no sólo por la casi obvia referencia a la búsqueda perpetua de lo natural como inspiración. La creación de atmósferas se hace atribuible y palpable (‘Lanalhue’) tanto en lo emotivo como en la estructura que se disfruta en el disco a la estancia del grupo en este paraje.

‘El Bosque’ y ‘Cazando Lagartijas’ son los dos temas que abren el disco y resultan el vestíbulo idóneo para presentar los conceptos y formas que Niño Cohete utilizó. Sin escatimar en detalles, resuelven con gran precisión lo minimalista que muchas veces se torna el folk-pop, agregando pinceladas que forman hondas capas sonoras y controlan la delicadeza de las canciones. Provocando un vaivén emocional y atmosférico muy rico, la guitarra eléctrica aparentemente a cargo de Matías Pereira, dota al segundo tema de una vuelta de tuerca que enaltece el resultado. Por otra parte, el contenido de las canciones que hacen alusión al juego infantil de cazar lagartijas será un tema recurrente en el resto del disco haciendo constante mención a la parte lúdica de la niñez como en ‘El Escondite’ por ejemplo, con las líneas: “un, dos, tres por mí. Y por todos mis compañeros…”.

Y será esa convivencia entre lo brutal de la naturaleza y la inocencia atribuida a la niñez, la que irá definiendo en mayor o menor medida la identidad del disco. Una en que aves multicolores se regodean, mientras las percusiones de Joaquín Cárcamo se lucen (‘La Muerte’) o bien se da pie para la distensión que provoca ‘Osos y Cazadores’ con ‘Puerto Tranquilo’.

Pero si de distensión se trata, ‘Lanalhue’ consigue un tipo de epicidad muy particular, ya que se disminuye a sí misma para bajar por el espectro sonoro hasta perpetrar con una profunda emocionalidad. Muy propia de Sigur Rós, Niño Cohete torna suya esta cualidad y la traduce a nuestros parajes con mucha facilidad.

Un ritmo acelerado en clave country se vendrá con ‘La Fábula’ , no sin renunciar a la humedad propia del LP. Le sigue ‘Monstruo’, una interesante pieza en que convergen matices de dream-folk con una lírica que se embarca de lleno en bosques poblados de seres ficticios y en que las letras van en absoluto resguardo del relato sonoro.

Será en los minutos finales del disco cuando nos encontremos con ‘En Las Trincheras’, una canción que parece extraída del repertorio de chinchineros adustos y que lleva la experimentación un poco más allá. El broche de oro llega con ‘Rengo’ y ciertos toques de tentativa electrónica que se dejarán sentir intermitentemente durante su metraje.

Es necesario entender que el entramado conceptual compuesto en “Aves De Chile” es muy compacto, de ahí que herede su fortaleza. Sin embargo, esto último afecta la versatilidad lírica, que se verá anclada en las temáticas antes expuestas (naturaleza y niñez). Contraponiéndose a una aventura sónica en que no se mide en matiz al momento de enriquecer una canción, hará que sumergirse en el mundo de Niño Cohete resulte muy sencillo de la mano de un debut muy enfático y en base al cual -presumiblemente- se irá construyendo una carrera que promete regalarnos tremendas canciones de folk salvaje.

Arctic Monkeys - AM (2013)



A lo largo de una carrera de mediana longitud, Arctic Monkeys ha sabido siempre como zafar de la reiteración, o mejor dicho del fastidioso autoplagio. Es esta misma característica la que siempre aumenta el hype que precede a un nuevo lanzamiento del grupo y que la mayoría del tiempo se ve recompensado con la entrega de un trabajo sólido por parte de los de Sheffield.

Sin embargo, este rasgo no asegura que la renovación o propuesta siempre salgan airosas de las expectativas al cien por ciento. Y no es que la proliferación de éstas sean atribuibles en su totalidad al grupo, pero algo de responsabilidad hay.

Bajo esa lógica, "AM" pretende una vez más dar la vuelta de tuerca a una sonoridad gravitante sin excederse ni caer en el formulismo propio de los tiempos que corren. Para ello pone énfasis en la intensidad, para que esta procure sonar lo más embriagante y lúcida posible. Los días en que temas como ‘Mardy Bum’ invadían de jovial ritmo las cuerdas de los ingleses dieron paso a canciones más acompasadas como ‘Cornerstone’, y ahora fueron reemplazadas por la potencia arenosa y sensual de tracks como 'Do I Wanna Know?'.

Y es que la composición del álbum se basará en tres grandes bloques: Primero, un aparente viaje nocturno en que se enfrascará la lírica. Fiestas, frustraciones amorosas, alcohol y demases con las imágenes que predominan en las letras de Turner en esta pasada, y que con mayor o menor éxito consiguen su objetivo.

Lo segundo es la omnipresente figura de Josh Homme, que a estas alturas parece haber cambiado para siempre –y para bien- la forma en que la música de los Arctic Monkeys se manifiesta. Las guitarras fuertes, sin acelerarse, y la predominancia de una atmósfera cargada de énfasis sensual y sexual hace patente esta afirmación que se materializa con la colaboración de éste en temas como ‘One For The Road’.

Tercero: la convivencia entre las influencias que se agolpan en la placa. No hay duda que al inicio del LP nos topamos con canciones densas y setenteras, que si bien se contienen, se dejan llevar y retrotraen al hardrock primal. Muy evidente la referencia en la magnífica ‘Arabella’ ("Arabella's got a '70s head, but she’s a modern lover" recita su letra), o en ‘La Piedra de Rosetta’ del álbum ‘R U Mine?’

No obstante en su trecho final la música negra (R&B) es la que se impone a gritos. Y es esta faceta la que -si bien- brinda diversidad, su dominio no es algo que la banda aún maneje del todo. Como en ‘Snap Out Of It’, por ejemplo, que es donde el desnivel se torna evidente. No malogra la placa, pero si la hace andar a tropezones en su final, y eso es algo que se debe tener presente.

Este conjunto de incursiones es lo que hace que "AM" vaya jalando y soltando en ímpetu mientras se va reproduciendo. Tenemos un inicio potente y cadencioso de parte de la triada de apertura que se va diluyendo en el stoner de ‘I Want It All’(que peca de plana, dicho sea de paso), y que abre un trecho exquisito en el que se encuentra la bellísima y sofisticada ‘N°1 Party Anthem’ o la inocente –sónicamente- ‘Mad Sounds’; una medianía que trae de vuelta las canciones de tiempos medios y las fantasías líricas a lo ‘Cornerstone’ para al final lanzarse a lo retro de ‘Fireside’ y finiquitar con R&B en ‘Knee Socks’ o ‘I Wanna Be Yours’.

"AM" es una muy buena continuación de una discografía impecable y que asume los riesgos propios de sus creadores. Saltando con éxitos muchas veces y fallando en otras. Sus aciertos resultan innegables, pero sus nudos también.

Aun así, las buenas canciones no faltan y mientras Alex Turner siga empecinado en seguir creando y delineando un camino en que las dobles lecturas, lo noctámbulo y lo urbano sigan conjugándose, parece habrá placas como esta para rato. Y, por si persisten las dudas, si las piezas sueltas que encontramos acá llegan acomodarse bien en una futura colección, lo más probable es que tengamos que aplaudir el riesgo otra vez. No obstante, haciéndonos cargo del presente, esto no da para satisfacer las expectativas, sólo sirve para crear más de cara a la continua evolución de una banda británica que parece no temerle a sus propias fronteras.
Kurt Vile - Wakin On A Pretty Daze (2013)


 Cuando se habla de Kurt Vile se tiende a caer en una trampa bastante común que consiste en catalogar la obra del oriundo de Philadelphia como un continuo aletargamiento producido por la estética sonora y visual que proyecta el cantautor. No obstante este juicio ampliamente generalizado, sufre de ciertas inconsistencias que son fácilmente rebatibles por la misma obra del ex The War On Drugs.

Resulta innegable que tanto la tonalidad como la tendencia a caer en la sicodelia son factores a tomar en cuenta al momento de catalogar el trabajo de Kurt Vile. Sin embargo, más que una actitud de pereza o modorra, lo que sucede con su huella sónica es que la urgencia no es literal, a diferencia de ese estado de tranquilidad y ensoñación de la que reboza la mayoría de su obra.

Tomando en cuenta que recién gracias a “Smoke Ring From My Halo”(2011) obtuvo reconocimiento y cierta estabilidad (una palabra constantemente buscada por el artista independiente), sorprende que los usufructos de ésta se hayan traslucido a su obra inmediatamente posterior. 

Pues “Wakin On A Pretty Daze” no es más que eso, refleja la tranquilidad de un hombre que se siente cómodo en el sitial que está y que esto no necesariamente se tenga que reflejar en una rendición a la flojera, sino más bien como una temprana llegada al “Shangri-La” al que hacían mención los Kinks allá por 1969. 


No hay lugar como el hogar, dicen, y esto queda más que reflejado en 
‘Never Run Away’, o más bien en su presentación, en la que se observa a un relajado Kurt en compañía de su hija en lo que pareciera ser su casa, rodeado de vinilos irradiaba una imagen confortable. La de un joven que muestra su núcleo y se aleja del estereotipo para sumergirse en lo que realmente quiere expresar con su música: sensación de placidez.


Y será ese mismo confort el que irá hilvanando y estructurando el LP en lo que parece ser el refugio soñado para el más crudo de los inviernos. Si no, es cosa de preguntarle a‘Too Hard’ y sus cálidos ocho minutos en que desde una nube acústica miramos hacia abajo; su extensión da para ello. Y es también esa prolongación de los temas otro de los puntos cardinales del álbum. Ejemplo de ello es la apertura con ‘Wakin’ On a Pretty Day’, que con nueve minutos - y no demasiadas variaciones- se convierte en la carta de presentación al más puro estilo Neil Young, dejando que el jam perpetuo haga su trabajo.

Encontrar canciones totalmente diferentes o sobresalientes dentro de la obra es una labor estéril, puesto que gran parte de la placa se encuentra homogeneizada bajo un Lo-fi electroacústico (‘Snowflakes Are Dancing’). 


No obstante, como se decía en el segundo párrafo, la urgencia acá está camuflada. Como en ‘Was All Talk’, donde lo rítmico es lo que prima, sin por ello abandonar su cobertura ensoñadora. O bien, en ‘Girl Called Alex’, la cual ha de poseer las guitarras más desparramadas y con vocación de baja fidelidad del LP. Los detalles se esconden bajo gruesas capas de sicodelia, por eso resulta fácil calificarlo todo como una placa adormecida y errar con ello el juicio. ‘Air Bud’ se hace cargo de ello también, rozando lo ecléctico y maquinal en un buque sicodélico color sepia.


‘Pure Pain’ vendría a ser una tibia manta en que los sutiles arpegios de Vile saben a hogar en todo momento. El final queda en manos de ‘Goldtone’, que -como es la tónica- despide el oyente en un tono amable y afectivo.

Escribir este disco para Kurt Vile se convirtió en la mejor opción que pudo tomar, sacándose la presión tras su anterior éxito. Se toma las cosas con calma y si bien no tuerce demasiado las cosas con esta propuesta, consigue narrar perfectamente en qué lugar se encuentra y cómo hace las cosas desde la vereda de la autosuficiencia. El vértigo nunca será lo suyo. No obstante, el calor hogareño y sicodélico que encontramos en “Wakin On A Pretty Daze” es por mucho el paso natural que debía tomar.



Vampire Weekend - Modern Vampires Of the City (2013)



Nadie está libre de la muerte ni del paso tiempo. Absolutamente nadie. Eso precisamente es lo que nos dice a gritos el tercer disco de Vampire Weekend. Ni las ciudades, ni las personas, ni nada puede evadir con éxito su fecha de expiración. Algo cambia en quien toma conocimiento sobre su propia caducidad. Y sobre ello y su aceptación es sobre lo que se erige el eje central de esta propuesta. “Modern Vampires Of The City” tiene absoluta conciencia sobre lo que la vejez trae consigo.

Las agudezas líricas, así como los ritmos tribales o cuerdas barrocas para disfrazar la propuesta punk no son novedad en la oferta de la banda neoyorkina. No obstante, en esta aventura conceden un armado tan contundente a su disco, que por concepto y por canciones, es sin dudarlo su mejor entrega a la fecha.

La clave de este triunfo reside en componentes tales como la idea fuerza del álbum, que está presente constantemente sin que ésta sea groseramente evidente, ni tampoco interfiera con la música, que es mucha veces lo que atraganta el ímpetu de un disco. Pongámoslo así: a diferencia de Arcade Fire, el “plan conceptual” del álbum reside en sutilezas en vez de interpelaciones directas. Y ni siquiera hay una historia detrás, es sólo la búsqueda de impactar con la sensación de que se es joven, pero esto no durará para siempre, aun cuando intentemos retrasarlo exteriormente (‘Diane Young’). La juventud, así como la belleza eterna, son sólo privilegios del arte. Ezra Koenig lo entiende y plasma perfectamente en el tercer LP de su banda.

Y será el vocalista quien nuevamente vaya a la vanguardia de la banda, ya sea disparando con su pluma, como en ‘Unbelievers’ (donde se regodea en una lúdica e irónica letra sobre religión: “We know the fire awaits unbelievers, all of the sinners the same. Girl you and I will die unbelievers bound to the tracks of the train”) o bien asimilando melodías propias de la iglesia en ‘Don’t Lie’. El tipo sabe con certeza que dirección debe tomar el disco, y con obsesión lo riega de detalles.

El ánimo generalizado de las canciones se inclina por compases reposados en desmedro de lo turbulento que alguna vez pudo ser 'A-Punk', por eso es que tenemos muchos temas en una vibración meditabunda y pesimista como ‘Steps’, ‘Obvious Bicycle’ o ‘Hudson’. Pero es ahí donde reside el tono del álbum. Al fin y al cabo, sin sonar espeso, ¿cómo se puede hablar de muerte y decadencia?

Lo anterior no quita que de todas formas encontremos tracks con aceleración, amortiguando un poco el efecto denso. Como es el caso del barroco single ‘Diane Young’ que con sobrecargada turbulencia nos adelantaba engañosamente lo que venía. O ‘Finger Back’ y ‘Workship You’, sitios donde el pulso aumenta y nos deja por unos instantes pensar menos y saborear más.

“Modern Vampires Of The City” aparece como el plan perfecto de Ezra Koenig. Cada ángulo fue minuciosamente compuesto para que orquestara el gran disco que es. Uno que parece, en intensidad, temerle tanto a su futuro, como amar su presente y que se convirtió en un obligado de año pasado.